martes, 31 de julio de 2012

RAFA (1)

20:10, CALLE QUITAPELLEJOS, CARTAGENA

La noche del jueves iba a ser el inicio del fin. Pero aún faltaban unos cuantos minutos para que se desatase la locura y el caos. José Luis y Said no eran los únicos que no se habían enterado de nada sobre la plaga. Jesús y Rafa iban montados en un Lancia Dedra azul metalizado, propiedad del segundo. Se dirigían hacia el Sex Shop y se encontraban absortos en una pequeña discusión personal:

- …¡Te digo que se dice parguela!.
- Nada de eso –le contestaba Rafa-, el singular de parguelas, sigue siendo parguelas. No se le quita la ese.
- Tronco, que lo he escuchado decir muchas veces por la tele y lo he visto escrito en chats. Es parguela.
- Vamos a ver Jesús, que ya me estás tocando mucho los cojones: parguelas no tiene ni género ni número. Se dice siempre de la misma manera te refieras a quien te refieras.
- Luego cuando volvamos me meteré a Foro Coches y le preguntamos a la peña, a ver que nos dicen. Así te cierro la bocaza de listo esa que tienes... Puñeteros atascos. ¿No podemos ir más rápido? Vamos a llegar tarde.
- El capullo de alante lleva la L. ¿Dónde coño le habrán dado el carnet de conducir?
- ¡Conduces como mi puta abuela cabrón! –le gritó Jesús al vehículo situado al frente, mientras sacaba medio cuerpo por la ventanilla y le propiciaba un ingrato corte de manga-.

Jesús López era así. Borde y cabrón. Aprovechaba cualquier comentario de sus amigos para meterse con ellos. Se lo pasaba bien irritándolos. Ni Rafa comprendía porque le caía bien ese hijo de puta. Físicamente era alto y robusto. Un poco rollizo, pero lo disimulaba muy bien. Trabajaba de cocinero bajo los fogones, y eso le mantenía en forma. Tenía la cara grande y redonda. Por el estrés del trabajo se le había comenzado a caer el cabello, y en consiguiente, lucía un lindo rapado que no conseguía ocultar su alopecia.
- Esta cola no va a acabar nunca, así que relajémonos hermano –dijo Rafa mientras buscaba una canción en su iPod. Conectado al radiocasete del viejo coche-. Esto nos distraerá –un solo de guitarra eléctrica comenzó a sonar y el conductor se puso a tararear la letra-. ¡Can´t you see, I´m easily, bothered by persistence…!

Continuaron avanzando lentamente durante un buen tramo mientras escuchaban “Walk” de Pantera. En aquella zona de la ciudad siempre se montaban atascos a las horas de entrar y salir del trabajo, ya que confluían por sus calles militares del TERLEV, ingenieros de Navantia y los comerciantes locales.
Pero el reloj marcaba las ocho y cuarto de la tarde. No era aquel el motivo de la caravana. Toda esa gente estaba escapando de la ciudad; de los contagiados de los que tanto se especulaba en las noticias. Los que tenían casa en el campo se dirigían hacia sus refugios, y los que no, simplemente pretendían huir lejos de las zonas pobladas.

Rafa Flores tenía veintitrés años. Uno menos que Jesús. Era de complexión similar a su amigo. Algo más flacucho. Le encantaba el metal y tenía una calavera de los Avenged Sevenfold tatuada en su antebrazo derecho, escondida bajo la chupa de cuero que vestía. El contorno de su barbilla estaba muy perfilado, y un flequillo liso le asomaba tras su gorro de lana oscuro. Le tenía mucho aprecio a aquel gorrito.

Finalmente llegaron hasta la Calle Real. Un alargado paseo que se juntaba un par de kilómetros más adelante con la zona marítima. A su derecha quedaba la amarillenta fachada de la muralla del Arsenal de Marina, donde atracaban los barcos del ejército y los submarinos, mientras que a su izquierda se encontraba un amplio paseo residencial, atravesado por un carril bici que bordeaba el centro de la ciudad. Aquella zona era muy frecuentada por turistas. Sobre todo europeos.

Aparcar en la Calle Real era toda una odisea, y se pasaron unos cuantos minutos buscando sitio hasta dar con una pequeña zona rallada en amarillo.
- Jesús, creo que aquí no se puede aparcar –Rafa señalaba desde su asiento de conductor a la señal de “prohibido estacionar hasta las 20:30 excepto carga y descarga”.
- No me jodas hermano. Son las ocho y veinte. O aparcamos aquí o nos vamos a tener que pegar un buen pateo hasta el Sex Shop, y las plazas las he reservado para el espectáculo de las y media.
- No se… -Rafa no parecía muy convencido y miraba a la señal con el ceño fruncido-.
- Por diez minutos no va a pasar nada.

El dueño del coche encontró consuelo en aquella expresión: “Por diez minutos…”. Bajaron del vehículo y cruzaron la Calle Real hasta Jabonerías y avanzaron por aquel paseo residencial. Había poca gente para tratarse de un jueves. Desde algunos bajos podía escucharse el sonido de los telediarios a todo volumen, o el bajar de las persianas tras la extinción de los últimos rayos de sol. La gélida noche había caído y su negro espesor iba consumiendo las calles, iluminadas bajo la luz de las farolas.

 Jesús se detuvo frente a uno de los portales en el que dos jovencitos se estaban enrollando. El cocinero era muy morboso y le valía cualquier escena para excitarse. Rafa le tiró de la oreja y siguieron caminando mientras conversaban.
- Aún no te he dado las gracias por todo Jesús. Desde que Elena y yo lo dejamos te has preocupado mucho por mí. Si no hubiésemos pasado todos los días pillando cogorzas y fumando canutos estaría en mi casa llorando y acordándome de ella.
- ¡Basta tronco! –Jesús se sonrojó- Eso que me has dicho ha sonado muy gay. Si hago todo esto es solo para no tener que soportarte hablando una y otra vez de esa piba o llorando como una nenaza. No me tienes que dar las gracias por nada.

Rafa y su novia lo habían dejado de mutuo acuerdo después de una larga temporada pasándolo mal. Pese a vivir en la misma ciudad, ambos le dedicaban demasiado tiempo a los estudios y la chica tenía muchos problemas familiares en casa. Se veían muy poco y cuando lo hacían casi siempre acababan discutiendo. Pese a que luego acabasen teniendo sexo y reconciliándose, la situación cada vez era más insostenible.
Al mismo muchacho le extrañó y se le encogió el corazón cuando ella le dijo de darse un tiempo y el aceptó. Ahora se encontraba mucho más aliviado. Libre. Pero en el fondo la seguía queriendo.

Cuando vio la respuesta de Jesús y como este se sonrojaba no pudo evitar que se le escapase una sonrisa. Aunque “sonase muy gay” su amigo le tenía aprecio. Tras la coraza de hijo puta que mostraba Jesús al resto del mundo se escondía una persona cariñosa y cordial. “Está bien saber que puedo contar con él en los malos momentos” pensó Rafa.

A cada paso que avanzaban por la calle jabonerías veían menos borroso el imponente cartel rodeado de neones rosas. En el letrero que sobresalía de la fachada de aquel edificio se podía leer “SEXILAND” en letras grandes y brillantes de color verde. Los dos amigos se sintieron atraídos hacia las luces como si fuesen un par de mosquitos.

 Al abrir la puerta, un timbre en forma de gemido avisó de su entrada en el local. El mostrador estaba vacío, así que Rafa se puso a husmear entre los pasillos mientras esperaban al encargado.
Allí había de todo. Más de lo que el muchacho pudiese imaginar o haber visto en películas. Multitud de juguetes eróticos colgaban de las distintas estanterías: penes de plástico de diversos tamaños y formas, bolas chinas, aceites corporales, juegos de esposas, trajes de látex, fustas, látigos, velas, uniformes de enfermera,… Incluso un caballito de balancín de madera.
Jesús agarró un pene de plástico y se puso a hacer el ganso un rato mientras su amigo le reía las gracias. Luego se pararon frente al mostrador y esperaron.

La dependienta salió por el lavabo del personal situado al lado del mostrador. Tenía el pelo teñido de rojo y estaba un poco regordeta. Era una mujer de mediana edad.
No mostraba buen aspecto: tenía la piel rugosa y reseca, despellejada a la altura de los antebrazos. Los labios estaban hechos un cristo; cortados y sangrando. Parecía que los vasos sanguíneos de sus globos oculares fuesen a estallar de lo cargados que se encontraban, y se pasaba la mano por la frente para secarse el sudor. Padecía fiebre.
- Decidme chicos –dijo ella con voz ronca, mientras le daba un par de tragos a un botellín de agua-. ¡Hombre mi cliente favorito! ¿Qué va a ser esta vez, Jesús?
- Hola Clara –este le devolvió el saludo. Se conocían muy bien. El cocinero había estado allí decenas de veces-. Veníamos a ver el show de las ocho y media. Espero que la muchacha tenga mejor aspecto del que tienes tú hoy, encanto –se encargó de que aquel piropo sonase con gancho-.
- Tranquilo –respondió ella mientras sonreía-. Creo que he cogido el virus ese del que hablan en las noticias.
- Ese virus es una patochada –se apresuró a responder Rafa-. Seguramente hayas pillado un resfriado con este tiempo de perros que hace. Pero aún así deberías de ir al hospital.
- Me encantaría, pero alguien tiene que llevar el negocio. Aquí tenéis, por la puerta del fondo. Vuestras habitaciones son las uno y tres. ¡Pasáoslo bien, sois los únicos por el momento!

 Tras cruzar la puerta llegaron hasta una sala circular con siente pequeñas cabinas en el centro. Seis de ellas numeradas.

Jesús entró en la suya mientras Rafa se fijaba en aquel extraño lugar. Las paredes de aquel estrecho pasillo se encontraban llenas de pósters de chicas. Seguramente las que trabajaban en el local. Rubias, pelirrojas, morenas… Bajo sus figuras estaban apuntados unos números de teléfono. Rafa fue a sacar el móvil para apuntar el de la más guapa “por si acaso”. Pero al palpar sus bolsillos se percató de que se le había olvidado encenderlo tras salir de clase. Antes de poder encenderlo Jesús llamó su atención.
- ¡Rafa mira! -le grito el cocinero desde su habitación-. Tenemos clínex y chicles de menta –dijo este mientras salía por su puerta-. Lo de los clínex lo entiendo, pero los chicles… - hizo una mueca de asco-.

Una luz roja sobre la puerta por la que habían entrado a aquel pasillo cambió a verde. El espectáculo comenzaba.
- Disfrútalo tronco –Jesús acompañó aquellas palabras de un gesto con la mano mientras entraba a su cabina-.
……………………………………………………………………………………………

 Rafa se sentó sobre la mini-cama desplegable de aquel pequeño habitáculo; frente a un cristal tintado, de forma que no se les pudiese ver desde el otro lado. Las luces se encendieron frente a el. La música comenzó a sonar, y una rubia de pelo largo y físico portentoso apareció en medio de la sala circular. Estaba sentada sobre una vieja silla de madera. Se levantó. Bailó sensualmente al ritmo de la música y poco a poco se fue quitando la ropa, hasta quedar cubierta tan solo por un fino tanga oscuro y unas botas de cuero. Continuó bailando.

Todo parecía correcto. Jesús no le había defraudado y el show prometía. Rafa sacó su monedero de los A7X y extrajo un paquetito de CBO y un Clipper de su interior. También cogió una pitillera del interior de su chupa y se dispuso a liarse un porro de marihuana mientras observaba como la rubia se contoneaba. Aquel vaivén de caderas le hipnotizaba.

Por la puerta sin número entró un tipo en vaqueros. Tras menearse con la rubia un buen rato, esta le bajó los pantalones y lo empujó con fuerzas sobre la silla. Estaba muy encendida. Se subió sobre el y se frotó mientras lo maniataba con unas esposas al respaldo.

Rafa comenzó entonces a fumarse el porro. Se lo estaba pasando bien. Fue a desabrocharse los pantalones cuando se dio cuenta de que algo malo ocurría. La rubia empezó a toser sangre y aquella imagen le desconcertó. No obstante, decidió esperar a ver que sucedía. Ella le bajó los boxers a aquel tipo con suerte y comenzó a chupar.

Entonces sucedió. La cara del muchacho cambió de gusto a agonía en cuestión de segundos. Había algo malo en aquella felación. Rafa le dio una fuerte calada a su porro y se acercó hasta que la nariz le chocó con la cristalera. Atónito, fue testigo privilegiado de como la rubia le arrancaba el pene de un mordisco.
Rafa se quedó petrificado. Sin querer, se tragó la última calada y comenzó a toser angustiado.

Cuando la rubia terminó de tragar, se abalanzó sobre aquel pobre diablo y lo derribó de la silla mientras le hincaba sus dientes sobre la yugular. El chaval gritaba maniatado. Impotente. Sin poder liberarse mientras chorreaba sangre a borbotones.

Fue demasiado para Rafa. Consiguió reaccionar y salio de la cabina, tropezándose al abrir la puerta. El cuerpo le pesaba demasiado. Sentía como el terror estrujaba sus músculos y le impedía levantarse. Las piernas no le reaccionaban.  A gatas, llegó hasta la sala de Jesús y se incorporó agarrándose del pomo.

Al abrir la puerta pilló a su amigo infraganti, pajeándose frente al crudo espectáculo que acontecía al otro lado del cristal. Con gran esfuerzo, lo cogió por el brazo, agarró la caja de clínex y lo sacó de aquel infierno mientras observaba como el maquillaje de la chica desaparecía, dejando al descubierto su mustia y marchita piel.
- ¡Límpiate las manos y salgamos de aquí, capullo! –gritó Rafa mientras le arrojaba los pañuelos-.
- ¿Es que no te mola? ¡Están en plan sado a muerte! ¿No viste como le daba la tía? ¡Zumba, zumba, zumba! –Jesús se abrochaba el cinturón a la vez que recreaba aquel gesto en su cabeza-.
- Hermano a esa le pasaba algo, ¡Salgamos de aquí pero ya! No quiero que me haga lo mismo que al pobre desgraciado de la sala.
- ¿El qué? ¿Qué te la coma?

Rafa lo agarro de nuevo por el cuello de la camiseta y lo saco a rastras hasta el interior de la tienda. Pasaron por delante del mostrador a toda prisa y corrieron hacia la salida. Entonces una estantería llena de consoladores cedió. Calló al suelo y los penes de plástico rodaron por todo lados, dejando al descubierto la figura de la dependienta al otro extremo, junto a la salida.

Aquella ya no era Clara. Por los ojos y la nariz le brotaba una espesa sustancia oscura. Un espeso puré coagulado. La piel se le había vuelto reversible por distintas zonas de su cuerpo y se le caía a tiras.
Sea como fuese a aquella cosa le costaba mantener el equilibrio, y tras mirarlos fijamente durante unos segundos de tensión con aquellos ojos apagados, se abalanzó sobre Rafa a gran velocidad. El muchacho se encontraba confuso, paralizado por el miedo, y no pudo tomar la iniciativa. Aquel ser sencillamente lo derribó.

Ya en el suelo, Rafa la sujetaba por los hombros, luchando por impedir que le desfigurase el rostro a mordiscos.
Jesús intentó acercarse para separarlos, pero Clara le lanzó un bocado fallido a la mano y el cocinero retrocedió asustado. No sabía que hacer. ¿Acaso alguien sabría enfrentarse a una situación similar?
- ¡Ayúdame Jesús, esta perra quiere comerme vivo! –Rafa gritaba histérico mientras se aferraba a su suerte-.

No había mucho tiempo para actuar. Jesús miró a su alrededor para ver si encontraba algo con lo que auxiliarse. No quería que la poseída le arrancase la mano.
A su derecha se encontraba el caballito de balancín de madera. Lo observó. “¿Qué clase de pervertido utilizaría aquella estructura para practicar sexo?” pensó el. El pensamiento pasó fugaz, y cuando recobró la cordura lo agarró con ambas manos por la base y lo alzó en el aire. Después lo estampó con todas sus fuerzas contra el costado de la dependienta, haciéndolo añicos y derribándola a un lado. Maltrecha. Pudieron oír como se le reventaba algo por dentro tras el choque.

Ayudó a su amigo a incorporarse y salieron por patas del establecimiento antes de que la dependienta se levantase. Cerraron a tiempo la puerta e hicieron fuerzas. Había que mantener aquella infernal entrada sellada.
Jesús estuvo apunto de sucumbir cuando Clara restregó su delantera por el cristal, pero Rafa actuó rápido arreándole un buen coscorrón en la nuca. Fue una decisión acertada. El cocinero pronto recobró la compostura y miró al exterior del local.

 La calle estaba plagada de gente que corría de un lado a otro. Intentando refugiarse en los portones y doblando las esquinas mientras gritaban pidiendo auxilio. Eran perseguidos por criaturas que padecían síntomas similares a las chicas del Sex Shop. Cuando conseguían agarrar a alguien, lo derribaban sobre el suelo y comenzaban a hundir sus fauces sobre el cuerpo de las pobres víctimas. Aquello era de locos.

 Debían de actuar rápido. Si continuaban allí forcejeando solo era cuestión de tiempo que los infectados fijasen su atención en ellos dos. Mientras mantenía su pulso personal en aquella puerta Rafa se dirigió a su colega:
- Si seguimos aquí vamos a palmar. ¡A la de tres soltamos la puerta y corremos hasta el coche!
- ¿Tienes las llaves?
- … -Rafa rebuscó entre su pantalón- Aquí están.
- Vale, pues cuando tu digas. Pero date prisa.
- Uno, dos…
- ¡Espera!
- ¡¡¿QUÉ COJONES PASA AHORA JESÚS?!!
- Nada. Es solo que… Que te quiero tronco. ¡¡Nunca quise que nuestra visita a pornolandia acabase así!!
- No te preocupes por eso ahora. Venga, a la de tres. ¡Uno, Dos… ¡TRES!

Corrieron. Corrieron como no lo habían echo nunca en sus vidas. Las puertas del Sex Shop se habrían a sus espaldas y la dependienta salía a la calle, persiguiéndoles a lo lejos.
- Ehhh! Ehhh!!! ¡Ayuda! ¡Dar la vuelta!

Alguien les gritaba por detrás, pero no eran héroes. Aquello les venía demasiado grande y solo podían pensar en atravesar toda Jabonerías hasta el desvío que conducía a la calle Real. Hasta su coche. Hasta la salvación. Intentaba no hacer caso a las súplicas de quien quisiera que estubiese detrás, a la vez que cruzaban junto a un cúmulo de infectados agazapados, que roían las tripas de alguien con peor suerte que ellos.

Cuando alcanzaron la calle Real Jesús gritó con rabia y frustración.
- ¡No! ¡Mierda!
- No puede ser… esto no puede estar sucediéndome… -susurró Rafa casi sin poder respirar-. Este es… nuestro fin.


En lugar del Lancia Dedra, donde debería de estar este, había una pegatina con forma de rombo fosforito sobre el suelo. Tenía el símbolo de una grúa y el logotipo del Ayuntamiento de Cartagena.



GLOSARIO:

- Parguelas: Insulto. Dícese de alguien que es muy afeminado (o lo que es lo mismo, maricón).

- Foro Coches: Uno de los foros virtuales más famosos del país -junto a MediaVida-.

- Walk, de Pantera: Conocidísima canción. Puedes escucharla >AQUÍ<

- Navantia: Empresa de ingeniería naútica civil situada cerca del TERLEV. Una de las principales fuentes de trabajo de la ciudad.

- TERLEV: Tercio de Levante. Junto a la ESFORTIM, el Arsenal y la RA, conforma la totalidad de las instalaciones militares en la ciudad

- Avenged Sevenfold: Banda de Metal. También conocida como A7X. >AQUÍ< una de las canciones que les proyectó a la fama hace unos años.

2 comentarios:

  1. Capítulo especialmente dedicado a mi amigo Alberto.
    Una vez mientras estudiábamos me dijo "¿Te imaginas una historia de zombis que empiece con una puta arrancando penes a bocados?"

    Y así surgió Race To Survive.
    Lo dicho, espero que disfrutéis con el rework de la novela, mucho más profesional que en el formato antiguo. Lo próximo será JAVIER (2). Un pequeño relato sobre el momento en que los infectados asaltan el punto de control donde están evacuando civiles. Namasté!

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  2. Mas completo, más chulo =) sigue así, pero no pierdas la esencia d tu historia, q t estoy viendo venirrrr!

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