Eran las once de la
noche y los muchachos habían pasado las últimas horas encerrados en la casa de
Paolo. Estaban muy tensos. Demasiado. Trataban de localizar a sus familiares
por teléfono o a través de las redes sociales, pero no había suerte. Es
indescriptible lo que se puede llegar a sentir cuando no comprendes nada y
estás lejos de tus seres queridos. Todos lo sentían, pero trataban de escudarse
entre ellos.
- ¿Ceéis que las cárceles
serán seguras? –murmuró Andrés con tristeza. Su viejo estaba en el trullo y se
esperaba lo peor para el-.
- Claro que si tío.
¿Qué puede haber más seguro que una prisión? Con lo difícil que es entrar y
salir de ellas –Edu trató de tranquilizarlo. Sus palabras sonaron seguras y con
firmeza-.
- Pero ya habéis visto
las imágenes de Murcia. La ciudad arde en llamas, si yo fuese funcionario de
prisiones habría recogido a toda mi familia y me habría largado lejos del
centro hace ya mucho tiempo.
- Calmare Andrés, todo va a salir bien. ¿Un porro? –el italiano
acababa de dar con la mejor solución para apaciguar la mente de Metadonas y la del resto del grupo: las
drogas-.
- ¿Pero cuando cojones
no hace un verde? Trae que líe otro y los vamos rulando –dijo José Luis-.
Said se imaginó entonces una prisión vacía de personal. Con todos los reclusos encerrados en
sus celdas de por vida a causa de la infección. Con sed y hambre. Espectadores
privilegiados de su lento final. Era una visión escalofriante. “Ojala les hayan
dado una oportunidad para salvarse” pensó Said.
En la televisión casi
todo lo que soltaban era basura. El estado tenía a la prensa amarrada por los
huevos y los noticieros se dedicaban a lanzar hipótesis inventadas y recordar
una y otra vez lo importante que era aislar a los infectados y no acercarse a
estos.
Tal y como había dicho
David, la basta red de Internet era el único lugar incapaz de ser censurado en
su totalidad. Al principio del día no dejaban de llegar más y más vídeos a
youtube. Individuos de todo el mundo grababan con cámaras y móviles lo que
sucedía en sus ciudades y lo colgaban en la red. Los administradores borraban
los vídeos, pero como si de una hidra se tratase, por cada vídeo suprimido los
usuarios subían diez más. Al verse
superados por los cibernautas, en Google
Inc. decidieron bloquear la subida de vídeos y comenzaron a borrar todo el
contenido relacionado con la extraña infección. Pero era tal la cantidad de
enlaces que el FBI decidió tomar parte en el asunto y cerrar la página web, al
igual que hicieron en su día con Megaupload.
Todos aquellos seres
endemoniados parecían compartir un mismo deseo irrevocable por la carne fresca.
Se movían en grupos desorganizados, corriendo como posesos y sin cansarse hasta
apresar a sus víctimas como perros de caza. No sabían abrir puertas, pero si
aporrearlas hasta tirarlas abajo. Habían desarrollado el olfato y agudizado sus
oídos. Todos ellos presentaban heridas de mordiscos o arañazos en distintas
partes del cuerpo y sus ojos rojizos les daban un aspecto a fieras salvajes.
De la decena de vídeos,
Said se quedó con dos de ellos grabados a fuego en su cerebro.
En el primero, un grupo
acababa de reducir a uno de aquellos seres y lo apaleaban contra el suelo con
bates de béisbol y barras de metas. Aquel pobre desgraciado estaba recibiendo
la paliza de su vida. El sonido de las embestidas y el crujir de los huesos
formaba una macabra banda sonora, acompañada de los gemidos de la bestia y las
maldiciones en inglés de los agresores que Said no entendía. Por más que le golpeasen, el charli seguía removiéndose en el arcén.
Agitando los brazos y lanzando dentelladas al aire mientras escupía tropezones
de sangre. Finalmente, cuando los captores dejaron de golpearlo, dándole por
muerto, charli se revolvió con un
último estertor hincando sus dientes sobre la tibia del hombre que tenía más
cerca. Continuaron apaleándolo, pero la bestia no llegó a separar sus encías de
aquella pierna hasta que un buen golpe en el occipital le detonó el encéfalo.
Los trocitos de vísceras, sangre y huesecillos se desparramaron por el suelo a
la par que el infectado convulsionaba ferozmente poco antes de yacer muerto, esta
vez para siempre.
El otro vídeo
transcurría en las inmediaciones de una granja sureña. Un señor grababa en
vídeo como su hijita de quince años, infectada por el virus, devoraba una res.
El indefenso animal permaneció quieto mientras la lunática le desgarraba
las entrañas. Finalmente la res se desplomó sobre el suelo. Muerta. …………………………………………………………………………………………
- ¡Joder, joder, joder!
–mascullaba José Luis mientras se frotaba inquietamente la cresta-. Eso acaba
de suceder en la capital.
- Si. Y nuestro
hospital también está lleno de enfermos afectados por la cepa de rabia esa,
¿no? –preguntó Said, que aún seguía con el rostro bastante pálido de la
impresión que habían producido sobre él las imágenes televisivas-.
- ¿Qué rabia ni qué
hostias? –Metadonas estaba
enfurecido-, ¿No ves que nos han estado tomando el pelo todo este tiempo? ¡Ese
virus transforma a la peña en zombies! ¡No es una simple gripe!
- Infectados –le
corrigió José Luis-. Los zombis caminan despacio, estos más bien parecen como
los de 28 días después.
- ¡Que te jodan Jose!
- ¡¿Cómo que me jodan?! ¡Que te den a ti puto camello!
- ¡Que te jodan Jose!
- ¡¿Cómo que me jodan?! ¡Que te den a ti puto camello!
- ¡Haya Paz! Has pasado demasiado
tiempo jugando a los zombis del Call of Duty Joselas. –le picó Paolo, que parecía el menos afectado por lo que
acababan de presenciar-.
- Venga ya joder,
habría que estar ciego para no darse cuenta de que son zombies. ¡Fíjate bien!
Si te muerden o te arañan te transformas en un de ellos, y por si no fuera
suficiente, por más que les golpeen o disparen no consiguen matarlos a no ser
que les destruyan el puto cerebro. Más claro agua y en botella.
- No se amigo. Los
zombis son cosa de películas y videojuegos… Esto es la vida real, tiene que
haber otra…
Pero Said no logró
acabar aquella frase. Los gritos provenientes de la calle llamaron su atención
y la del resto de sus compañeros, que asomaron sus cabezas a través de las ventanas
con vista al exterior. La ciudad comenzaba a convertirse poco a poco en un
hervidero de monstruos, gritos, sirenas y disparos. La pandemia finalmente les
había alcanzado. Paolo abrió la terraza y desde allí pudieron observar como la
gente moría frente a sus ojos –y no precisamente de una forma agradable-. En la
zona del inmueble que daba al club de cabos podían observar, a seis pisos sobre
el suelo, como varios individuos que pululaban los bares cercanos corrían
despavoridos; perseguidos por los perros rabiosos, ávidos por derribarles.
José Luis se preparó en
la cocina un buen bocadillo de pechuga empanada con los repitajos que habían
sobrado de la cena preparada por David. Comer era un acto reflejo que realizaba
el gallego siempre que se encontraba estresado. Le preguntó a Said si quería otro
bocadillo como el suyo, a lo que el argelino le contestó “ni de coña”.
- Tú te lo pierdes
capullo –contestó su amigo con la boca llena-.- Sabes perfectamente que sigo una estricta dieta en proteínas.
- Claro, y seguro que mañana abren muchos gimnasios.
- Capullo –ambos rieron.
Eludiendo por unos segundos todo lo que acababa de ocurrir-. Hay que joderse.
Al final va a resultar que los mayas tenían razón. El ser humano se extinguirá
el 2012.
- ¿Pero que cojones
dices? Nosotros aún seguimos con vida. Además, seguro que cuando menos te lo
esperes tus amigos de la armada aparecerán por aquí con sus juguetitos
dándole caña a los chicos malos y rescatándonos.
- Echo de menos toda
esa mierda, ¿sabes? –el argelino cerró los ojos y respiró profundamente,
recordando con nostalgia tiempos felices-.
- ¡Al cuerno con todo
eso! Mientras nos tengamos los unos a los otros todo irá bien –dijo José Luis
mientras señalaba con el dedo a sus amigos-. ¿Habéis escuchado? –el gallego se
giró para que todos los demás le escuchase- Mientras nos tengamos los unos a
los otros…
¡KABUUM!
José Luis y Said pudieron verlo con claridad desde la ventana. A no más
de seiscientos metros de allí, un poste de electricidad acababa de saltar por
los aires envuelto en chispas. Fugazmente, las luces de las manzanas
colindantes se apagaron de golpe. Algo o alguien acababa de chocar con el
tendido eléctrico, sumiendo al edificio de Paolo entre otros en la más absoluta
oscuridad. Iluminados tan solo con la tenue luz de la luna que se filtraba a través
de un cielo medio encapotado por grises nubes cargadas de agua.
La batería del portátil estaba muy fundida y solo aguantó durante
veinte minutos. Tiempo suficiente para escuchar un par de cosas interesantes
sobre los infectados: sus sistemas nocioceptores habían desaparecido; siendo
incapaces de sentir dolor, así como de procesar información compleja. Aunque su
sistema nervioso central había quedado reducido a las necesidades más
primitivas seguían anclados a el. Un tiro en la cabeza era la forma más simple
de acabar con ellos. No eran noticias muy alentadoras, pues excepto Said y José
Luis, el resto jamás habían empuñado una pistola. Lo último que pudieron
averiguar fue que la falta de coordinación de los charlis se debía
precisamente a los fallos en el sistema nervioso central; el cual no conseguía
transmitir bien las órdenes vía neuronal, provocando movimientos poco hábiles.
……………………………………………………………………………………….
Eran las doce de la noche. Said volvía de la cocina con un puñado de
lonchas de pavo frío mientras los demás se rulaban un porro en el salón.
Estaban muy colocados.
- ¡Ey tío, pásame una de esas! –le dijo Edd-.
- Hermanos, esa es mi comida. Me vais a dejar la nevera vacía –les
regañaba el italiano, mientras fumaba plácidamente-.
- No hay corriente Paolo, así que mejor dentro de mi estómago antes de
que se eche a perder.
- Eso si que es cierto, sería una auténtica lástima que la comida se
echase a perder –recalcó Eduardo mientras agarraba otra lámina de pechuga de
pavo-.
- ¡Sois una panda de gorrones! Pero os quiero.
Bip bip, bip bip.
- A alguien le acaba de llegar un mensaje al móvil.
- Es para mí –dijo David-.
- ¿Y quién es? –preguntó Metadonas con la cara decaída mientras
llamaba nuevamente a Rafa y no recibía respuesta-.
- Es mi hermano, dice que está bien. Se encuentra en la Casa Real
esperando recibir instrucciones.
- ¿Y qué cojones pinta tu hermano en la residencia de los reyes? –José
Luis sentía curiosidad-.
- Te lo he dicho ya mil veces, pero tu nunca escuchas. Hace un par de
años que mi hermano se graduó en la escuela de oficiales y eligió plaza
en la Guardia Real. En el mensaje nombra un tal Búnker de la Moncloa. ¿Sabéis
donde queda eso?
- Ni zorra… Pero lo petaría mucho estar bajo tierra. Con luz, agua,
comida, rodeados de buena compañía femenina y bien alejados de los charlis.
……………………………………………………………………………………..
Metadonas no
paraba de teclear el número de Rafa, que seguía sin dar señal, mientras que Edd
y David trataban de arreglar una vieja radio de corta frecuencia que habían
encontrado en un altillo, propiedad de los padres de Paolo. “Condenado aparato.
Si Jesús estuviese aquí lo habría arreglado en un santiamén” pensó Eduardo. No
había mucho más que hacer. José Luis sacó algo de polen y se pusieron a fumar
otro porro. Los cigarrillos de la risa era lo único que aún mantenía sus
nervios a ralla, impidiéndoles enloquecer a causa de la incomunicación y la
oscuridad. Lo fumaron como siempre. Le daban dos profundas caladas y se lo
pasaban al de su derecha. Cuando se acabó, Paolo volvió a sacar su fundita con
hierba y comenzaron otro nuevo bucle. En ese momento el móvil de Andrés por fin
consiguió contactar.
- ¿Jesús? ¿Estás bien?
¿Rafa está contigo?- ¿¡METADONAS!? – la voz de Rafa resonó al otro lado del auricular. Después escucharon unos ruidos como de forcejeo y nuevamente la voz de su amigo- Joder, que alegría escuchar tu voz amigo. ¡Estamos atrapados en el Ápoca!, fuera está lleno de esos cabrones. Un policía nos ha
¡Ghshshshshsh!…
- ¡Ey! ¡Rafa! ¿¡Me escuchas!? ¿Qué ha pasado? ¿Qué hostias hacéis en el Apoca?
¡Ghshshshshsh!...
- ¿Qué sucede Andrés? –le preguntó Said-.
- ¡Hostia puta no lo se! La llamada se ha ido a tomar por culo, ¡Jesús se ha debido de quedar sin batería!
- Pues parece que Rafa salió hoy sin su móvil, porque no lo coge nadie –añadió Paolo-. La cosa pinta mal.
- ¡Ey, venir a ver esto joder! –José Luis hacía señas desde la terraza para que el resto fuesen a asomarse. Un pequeño incendio se vislumbraba al norte de la ciudad-.
- ¿Eso de allí no es Santana? –preguntó Said-.
- En ese lugar casi todos son chalets. Se ha debido montar una buena carnicería.
- ¡No podemos quedarnos aquí tíos! –graznaba Edd. Histérico- Tenemos que salir de la ciudad cuanto antes, esto no es seguro.
- ¿Y que propones?, ¿Nos vamos de picnic al campo? –le contestó David-.
- Yo me marcho a buscar a Rafa y Jesús. Jamás me lo perdonaría si dejase morir a mi mejor amigo en ese tugurio.
- El bar Ápoca está muy lejos de aquí Andrés. Y si te soy sincero parecían estar muy jodidos –le contestó Paolo, evitando clavar los ojos en la mirada de su amigo-.
- Hablar de todo eso es inútil. El único vehículo que tenemos es el coche de Edu, y fijaros. Tiene cortada la salida por esos dos vehículos que han chocado. No podemos escapar. –el pesimismo era latente en las palabras de David mientras miraba a través de las ventanas que daban a la entrada del edificio-.
- Pero tío, siempre podríamos salir y probar a apartarlos. Seguro que tienen las llaves puestas aún.
- Claro que si Eduardo, ¿y que nos den caza esas cosas no?, ¿es que no os ha bastado con todo lo que hemos visto ya por televisión?, ¿en serio vais a ser tan imbéciles como para salir allá fuera? Debe de ser eso. Estoy rodeado de gilipollas.
- Tranquilízate David, estás muy alterado.
- ¡¿Qué me tranquilice?! ¡Pero como voy a tranquilizarme con la sarta de estupideces que estáis insinuando!
- … En el trasto de Edd no cabremos todos, pero si llegamos hasta casa de Joselas podríamos utilizar su coche y el mío. Están aparcados justo debajo del portón – dijo Said, tras llevar un buen rato observando la calle-.
- Otro imbécil más. Desde aquí no podemos ver como está el tráfico por donde vive José Luis. ¿Y si las calles están también colapsadas?
- ¿¡Además de quejarte por todo se te ocurre un plan mejor!? – le respondió Said, mientras miraba a David fijamente a los ojos, amansando el carácter de la fiera-.
- No contéis conmigo –aquella fue su respuesta final. Luego David se sentó en el sofá del salón y se puso a fumar un piti mientras pasaba de todo-.
- Puedo llegar hasta la casa de José Luis. Estoy seguro -afirmó Said convencido de sí mismo-.Luego si es necesario traeré los coches lo más cerca posible de este lugar. Entiendo que no os haga ni puta gracia salir al exterior con los charlis pululando por ahí, pero necesito que me dejéis un teléfono con batería para contactar con vosotros.
- Eso último no es ningún jodido problema. Yo voy contigo moro–José Luis choco fuertemente su mano con la del argelino y se posicionó junto a él-.
- Tíos, ¿Y si cuando lleguéis allí las líneas están saturadas? –preguntó Eduardo-.
- ¿Pero qué mierda?, ¿acaso crees que hay mucha gente viva ocupando las redes telefónicas a estas alturas?
- No lo había mirado así. Supongo que tienes razón Joselas.
- Está bien capullos, pensémoslo por un momento –David apagaba el cigarro en el cenicero mientras se ponía en pie y se colocaba frente al argelino-. Si de verdad queréis bajar y traer unos coches hasta aquí perfecto. No contéis conmigo para ir a buscarlos. Pero tendréis que ir preparados por si tenéis que enfrentaros a esas cosas.
- Buscaré los coltellos. Cuchillos –Paolo tradujo la palabra cuando se dio cuenta de que sus amigos lo miraban extrañado y se dirigió hasta su cocina con un porro que acababa de liarse en la mano-.
- Yo voy con vosotros, pero cuando estemos todos adentro de los vehículos tendremos que ir a buscar a Rafa y Jesús –Metadonas era el que más ganas tenía de salir al exterior en busca de sus amigos-.
- Te entiendo. Preparémonos. Van a ser los trescientos metros más infernales de nuestras vidas y no quiero que ninguno se desplome sobre el asfalto con las piernas llenas de pinchazos por culpa del ácido láctico.
- Yo tengo la solución para eso –dijo Andrés, mientras se sacaba unas pastillitas del bolsillo derecho de su pantalón-. Es speed. ¿Alguien quiere?
- ¡Jodido camello! Métete tus pastillas por el culo.
- Entonces más para mí –respondió el pequeño Metadonas, mientras se tragaba su propia mercancía-.
- Dejaos las tonterías y coged todo lo que vayáis a necesitar ahí fuera. En diez minutos salimos.
Said concluyó la
conversación. Dejando que los muchachos fueran a por sus futuras armas, unos
abrigos resistentes con los que impedir las mordeduras de los charlis, linternas, y algunas
provisiones.
- Joselas espera –Said llamó su atención antes de que abandonase el salón-.
No creo que haga falta que te lo pregunte, pero asegúrate de que llevar las
llaves del piso bien a mano. No me gustaría tener que pasar ni un segundo de
más en la calle. - Tranquilízate joder, las tengo aquí guardadas –respondió el de la cresta mientras se tocaba el bolsillo derecho del pantalón-.
- ¡Pero ahí no las guardes pedazo de mamón! Ese es el bolsillo roto por el que siempre se te pierden.
………………………………………………………………………………………….
Un cuarto de hora más
tarde todos estaban preparados. José Luis llevaba un par de cuchillos bien
afilados amarrados al cinturón. Se había colocado una ajustada camiseta
interior de manga larga bajo sus prendas de vestir, intentando así aumentar sus
posibilidades de supervivencia. Metadonas
tenía los ojos enrojecidos por los porros y el speed. Se encontraba bebiendo otra guiness mientras discutía con
David para que este le dejase llevar consigo los cuchillos de carnicero.
Finalmente el segundo aceptó, y Andrés agarró ambas armas en su mano derecha
mientras sostenía una linterna de baja intensidad en la otra. Era todo lo
que habían podido conseguir.
Todos se habían reunido
en el vestíbulo principal. Paolo observó el rostro de sus amigos y acto
seguido, comenzó a abrir lentamente la puerta mientras el resto aguardaban un
posible ataque enemigo. Said era el más adelantado de los cinco. Llevaba un par
de cuchillos de sierra en las manos y se encontraba agazapado. Atento por si
tenía que placar a alguna de esas bestias.
En cuestión de segundos
quedaron expuestos a un negro infinito, frío y silencioso que les ponía los
pelos de punta a los chavales. El argelino miró fijamente a José Luis mientras
pensaba para dentro que como se le perdiesen las llaves lo mataría el mismo. Metadonas encendió la linterna y enfocó
a la oscuridad. La zona estaba despejada. Los muchachos se despidieron entre
abrazos cargados de suerte y descendieron por las escaleras. Said echó un
último vistazo atrás y vio la silueta del italiano entre el color rojizo de las
velas. Paolo alzó su brazo derecho al aire, con el puño cerrado y el argelino
le devolvió el mismo gesto. Comenzaron su descenso hasta el infierno mientras
escuchaban la puerta cerrarse, guiados por el foco de luz de la linterna.
- Bar Apocalipsis: Tugurio de mala muerte
situado cerca de la calle real, en un callejón que junta esta zona con el casco
antiguo. En sus buenos días era un bar de Heavy Metal, y grupos como Ángelus Apatria llegaron a tocar en su
interior. Hoy en día ha sido transformado en un bar de alterne, donde suenan
canciones de pop y te clavan tres euros por una caña. RIP APOCA.
EL capítulo se me hizo bastante empalagoso de escribir durante las primeras líneas, debido a la gran cantidad de descripción de sucesos que se narra en ellas.
ResponderEliminarLuego, cuando el texto se centra en los protagonistas y comienzan a aflorar las conversaciones la cosa se me volvió mucho más liviana. Si se compara con el texto antiguo, el cambio a mejor salta a la luz rápidamente.
Espero que os haya gustado. En unos días subiré SAID III, centrado en la cruzada que emprenden los tres muchachos que han decidido escapar hasta casa de Joselas para hacerse con los coches. No será un viajecito sencillo ni mucho menos.