22:00 CAMPUS DE ESPINARDO, MURCIA
Una hora más tarde Murcia se encontraba sumida en
el caos más absoluto. La ciudad era un hervidero de gritos, sirenas de
ambulancias y disparos que se fundían con las fuertes ráfagas de viento que
surcaban aquel valle urbanizado. La policía trataba de contener a las masas de
civiles sin éxito. Desbordados, se veían obligados a utilizar la violencia
Se había desatado una colisión en cadena junto a
una gasolinera de Repsol situada en la plaza
circular –en pleno centro de Murcia-, que a su vez había generado que los depósitos
de gasolina explotasen, formando un gigantesco incendio que se vislumbraba
decenas de kilómetros a la redonda. Los bomberos no podían llegar hasta aquel
fuego debido a los atascos formados por cientos de coches que embotellaban toda
carretera, tratando de abrirse paso hasta la autovía para escapar a las afueras. Lejos de la
muerte.
Los soldados Javier y Alejandro de la BRIPAC contemplaban aquella destructora estampa desde el campus de Espinardo, que se
encontraba en una planicie al noroeste de la capital autonómica. Su escuadra de
asalto tenía órdenes de evacuar a todos los civiles no contaminados de aquella
zona y dirigirse de regreso hasta la base Ortíz de Zarate.
Hace quince días que abandonaban al resto de la
2ª Compañía Paracaidista en la base de Herat -Afganistán–, tras sufrir varios
brotes de contagio dentro de su unidad. Los nueve boinas negras que aún
quedaban al mando del Sargento Torres habían recibido instrucciones de colaborar
en la evacuación junto a tropas del Ejército de Tierra lideradas por el
Teniente Bastida.
El centro de la ciudad era
impenetrable, pero los dirigentes políticos y militares creían estar aún a
tiempo de salvar a los centenares de personas que vivían a las afueras de la
urbe, aunque no tuviesen muy claro que hacer después con tantos civiles.
Primo y
Zamora vigilaban el puesto de control que habían levantado al lado de la residencia del campus junto a varios soldados
más. Su misión era impedir que nadie entrase al parking exterior que se
encontraba anexo al edificio.
Unos metros más adentro, el Teniente Médico Rodríguez le
ordenaba a un grupo de civiles que se desvistieran para poder inspeccionar su
estado de salud, asegurándose de que no hubiese arañazos ni heridas visibles.
También les tomaba la temperatura en busca de fiebre y finalmente los apuntaba
con una pequeña linterna a los ojos para examinar sus pupilas. Una vez
comprobado que los sujetos se encontrasen “limpios”, otro militar los escoltaba
hasta los cuatro autobuses que habían varados en el interior del aparcamiento.
Entonces, los del puesto de control permitían el acceso de otro grupo de afortunados
mientras pedían orden a la multitud. El análisis clínico era bastante lento pero
necesario.
Javier y Alejandro se encontraban en uno de los dormitorios del segundo piso de la residencia. Este último trataba de montar su pesada MG4 sobre la cama mientras Javier
observaba el incendio a lo lejos. El desolador paisaje y aquel dichoso y gélido
aire siberiano generaban en el un frío paralizante que trataba de repeler titiritando.
<<Va a llover...>> pensó Javier.
Los soldados tenían órdenes de disparar contra la
multitud en caso de percibir hostilidades, debiendo de permanecer en aquel
punto de evacuación hasta cargar los cuatro autobuses con refugiados y
garantizar su seguridad.
- …Sabes muy bien porque no podemos ayudarles
–Alejandro trataba de romper el hielo, pero sus palabras eran absorbidas por el
ruido de explosiones a lo lejos.
- Sí. Bastida dice que la situación allí abajo es
peor de lo que pudimos vivir en Afganistán –Javier finalmente apartó la mirada del
paisaje nocturno y ayudó a su compañero.
- Aparte de eso. Hemos recibido órdenes y debemos
seguirlas. Nuestro sitio está aquí.
Alejandro
Torres parecía calmado. Había vivido demasiadas aventuras durante sus doce
años en el ejército y sabía como sobrellevar las situaciones tensas. Si Primo y Zamora eran altos, Alex lo era
aún más, pero también era el único capaz de cargar con aquella pesada
ametralladora sin apenas esfuerzo.
Los galones en el hombro y su rango de Cabo
Primero le permitían privilegios con los que Javier soñaba, como por ejemplo,
llegar tarde a las juras, escabullirse de alguna marcha o dejarse crecer el
pelo.
- ¿¡Pero es que no lo escuchas!? ¡La gente está
muriendo mientras nosotros jugamos a ser niñeras!
- ¿Y que harás Cachorro? ¿Piensas cargar tu pistola y coser a los malos a
balazos? –Alex le pegó una colleja-. Ni siquiera hemos sido informados
de a que nos enfrentamos. Aún te queda mucho por aprender ayudante de ametralladora.
- Esa es otra –Javier pegó un estufido-. El
teniente se ha reído de nosotros. Según nos informaron en base, menos de un
diez por ciento de los infectados acaban volviéndose violentos. ¡Las cuentas no
cuadran! ¡Es imposible que unos pocos psicópatas puedan haber causado todo ese
destrozo!
- El teniente Bastida ha dicho que cuando
tengamos que disparar lo sabremos. Con eso me basta. Ahora se un buen soldado y
vigila –Alex le hizo señas al túmulo de civiles-. Tu único problema debería de
ser este por el momento.
- ¿A que te refieres?
- Pero mira que eres novato -el corpulento encargado de la MG4
sonreía orgulloso de saber más que aquel subordinado con el que había pasado largas
noches de guardia en más de una ocasión-. En los autobuses solo hay espacio para
unas trescientas personas y ahí afuera deben de haber más de quinientas. Hoy
tendremos que volver a apretar el gatillo si no queremos que una multitud furiosa
acabe con nosotros. Eso si
los salvajes no llegan primero.
- Puede que tengas razón –Javier se calmó, pero
enseguida volvió a explotar-. Es solo que me irrita que nos manden a hacer de
niñeras. Me jode que no cuenten con nosotros para defender la ciudad.
- Novato. Llevas menos de un año en esta unidad y
aún te queda mucho por aprender. El único que está haciendo aquí de niñera soy
yo –Alejandro volvió a golpear a su compañero de vigilancia en la
nuca.
Ambos siguieron discutiendo hasta que el Sargento
Alberto hizo su aparición.
- Mi Sargento –Javier recibió a su superior con
el saludo militar, mientras Alejandro pasaba un poco de todo y se rascaba.
- Descanse novato. Vengo a relevarte y a charlar
un rato con mi hermano.
- Bien, ¿Dónde me toca?
- En el portón. El segundo autobús está a medio
llenar. Básicamente se trata de que te quedes junto a Blanco al lado del vehículo para que los civiles sientan una figura
autoritaria cercana. Lo último que queremos es que se vuelvan histéricos.
Alberto
Torres era hermano gemelo del Cabo Alejandro. Ambos tenían treinta años,
siendo los hombres más viejos de la Escuadra. A diferencia de su hermano, el
Suboficial se tenía mucho cariño a sí mismo y continuaba en un formidable estado
físico pese a su edad. Tenía la cara algo más perfilada que Alex y lucía un
espléndido afeitado. Aquel rostro maltratado por cicatrices y su estado
inalterable inspiraban un respeto tal que los galones a su lado parecían
pegatinas. Alberto Torres era un hombre muy querido en la base Ortíz de Zarate.
- ¿Cómo te encuentras hoy? –preguntó el Cabo en cuanto Javier abandonó la habitación.
- Mucho mejor. Solo me queda un poco de tos ronca
–respondió Alberto esbozando una sonrisa.
- Eres un tipo con suerte. No creo que muchas
personas se hayan recuperado de este virus tan rápido como tú.
- Las he pasado muy putas durante nueve
días... Pero prefiero no acordarme de ello. Me entristezco mucho cuando pienso en
que los otros dos chicos no han podido… -pero Alberto no sabía como terminar la
frase.
- Va hombre, arriba esa moral. Perteneces a ese
“veinte por ciento” que se ha recuperado de la infección. Es una buena señal, y
tus chicos también lo creen. Tienen mucha confianza puesta en ti para que los
saque de esta de una sola pieza.
…………………………………………………………………………………………
Tras bajar las escaleras Javier se topo con El Mirillas, el tirador
selecto de la unidad. Este se encontraba paseándose por los pasillos, buscando
la mejor habitación donde situarse con su rifle de precisión AW308. Se saludaron alzando el puño y cada uno
continuó por su lado. El Mirillas era un
fantástico tirador de veintitrés años. De físico atlético y voluntad
inquebrantable, siempre al servicio de la cadena de mando.
En la planta baja del edificio había un grupo de
militares del ejército de tierra apostados en una habitación, donde discutían
con El Cabras sobre quién ganaría
aquel año la liga de fútbol. A Javier le hubiese gustado participar en la
conversación y ponerse de parte de su buen amigo, pero había recibido órdenes y
debía tomar su relevo en el exterior.
Al salir por la puerta de acceso se encontró con
Cristina y Elisa, las chicas de la unidad. Eran amigas inseparables. Si a una
la mandaban a una misión en el extranjero la otra intentaba por todos los
medios irse también; si las destinaban a otra unidad se iban ambas o no se iba
ninguna. Siempre acababan convenciendo a sus superiores para acabar juntas.
A Javier le gustaba Elisa desde que la vio por
primera vez. Era bajita y tenía el pelo largo, tintado de color fucsia. Intentó
saludarla, pero cuando alzó la vista y sus miradas chocaron Javier se sonrojó.
Por si fuese poco el viento era aún mucho más frío allí afuera y el soldado
notó como el cosquilleo de un escalofrío le recorrió por toda la espalda. Balbuceó
algo similar a un saludo y se dirigió hacia el puesto que le habían asignado a
paso ligero, donde Blanco le esperaba
aburrido. <<Otra vez has vuelto a cagarla, excelente>>.No muy lejos de ellos, los primeros infectados por el virus atravesaban la carretera nacional rumbo al campus universitario.
- BRIPAC: Brigada Paracaidista. Unidad del Ejército de Tierra de España.
- Base Ortíz de Zarate: Una de las tres banderas paracaidistas (cuartel de la BRIPAC situado en Murcia).
- MG4: Ametralladora pesada bastante antigua y que aún sigue en uso en el ejército español.
- Tirador Selecto: Nombre que reciben los francotiradores militares.
- AW308: Modelo de Rifle Francotirador de alta precisión.
Sentía la necesidad de reescribir todo lo que llevaba creado de "JAVIER", pues no me terminaba de comenzar lo que había escrito.
Próximamente iré retocando el resto de capítulos (por orden), reescribiré JAVIER (2) y continuaré por donde me quedé a finales de verano.
Un salu2.
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